Había una vendedora que vendía camisas, mi padre quería una y la vendedora le encasquetó tres a veinte euros,era muy insistente.
Mi madre escogió un pijama para ella y yo escogí una bufanda, que con el frío que hacía ya me la llevé puesta. Luego fuimos a comer a A fortaleza (Valença), me resultó curioso que los camareros estaban delante de los restaurantes convenciendo a la gente para que entrara a comer. Nosotros hemos comido muy bien, yo comía pollo y mis padres comían media ración de pulpo a la brasa y luego media ración de bacalao. De postre yo comí fresas con nata y mis padres ya no tomaron postre y pasaron directamente al café.
Después de comer, estuvimos mirando las tiendas, pero no había nada que nos gustara. La verdad es que ya no es lo que era, antes había alguna cosa que comprar, pero ahora nada.
En la feria había muy poca gente, pero en La fortaleza aún había menos, supongo que además de por la crisis también por el frío.
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